Y de repente, el amor…

El amor, que es el mayor enemigo del pensamiento por representar con mayor pureza la parte emocional que completa nuestra racionalidad, está al final de cualquier cuestión. Sino, pensemos en cuántas veces empezamos a hablar de una cosa y se presentó el amor, casi sin querer, en nuestro discurso. O en el ajeno. En el del "loco" y en el del cuerdo.

"El amor es la respuesta" Einstein

«El amor es la respuesta» Einstein

Por Fabricio Velázquez. ¿Qué tan difícil puede ser alcanzar nuestros objetivos? ¿En qué debe residir nuestra fuerza? ¿Cómo justificar nuestros fallos?. Contrainfo.com

 En la autoayuda la gente se siente refugiada, comprendida. Se siente feliz.

Desde pequeños somos instruidos para ser felices. A medida que vamos creciendo, nos damos cuenta que esa finalidad trae aparejados varios conceptos de los que nunca habíamos sido advertidos. Desde la socialización, pasando por los sinsabores de la vida, hasta cómo uno mismo modifica sus posturas según el momento emocional en que se encuentre, todo es tan complicado como el sólo hecho de pensarlo. Hasta los tipos más seguros de sí mismos, alguna vez, dudaron de sus condiciones y de su accionar. Hasta los hombres más curtidos en el campo de batalla y los más sabios en la teoría y el papel, sintieron que estaban errados en sus planteos tanto estratégicos como filosóficos. ¿A qué se debe?

Para empezar, esto no es autoayuda. Quizás esta última, sea la palabra más buscada por los «search-engines» de la web en estos últimos años, junto con otras que pertenezcan a sucesos del momento. La autoayuda apunta a lo emocional pura y exclusivamente, pero además, aborda los problemas puntuales desde un punto de vista específico. Se podría decir que es una herramienta de mejora, de modificación de hábitos, de construcción de una personalidad (entre otras definiciones), mediante la cual cierta gente se siente refugiada, comprendida. Se siente feliz.

Bien, definido el campo o delimitados los espacios donde se desarrolla la pseudo-ciencia conocida como auto ayuda, trataré de distinguir mis escritos para no caer en la hipócrita labor de alguien que sólo busca polemizar.

Nosotros, como individuos que tienden a la satisfacción y la completud como máxima aspiración y que desarrollamos inmensos esfuerzos para obtener algo tan abstracto y tan heterogéneo, tan diverso y único porque pertenece a cada uno, nosotros, insisto, necesitamos confirmar que seguimos nuestro camino sin problemas. Vemos cómo se obtienen los frutos que, de hecho, podemos acumularlos, invertirlos, moldearlos, pero también (y quizás lo más importante) esperamos la aprobación de aquel a quien le tenemos respeto o, básicamente, de quien queremos. Porque no les queremos fallar, porque la frustración sería enorme y se multiplicarían los problemas, porque en realidad, entra en juego la otra dimensión que es la satisfacción de los deseos de los demás.

¿Y quién te dice que tu par espera tal o cual cosa de vos? ¿Cuántas veces ejercemos la empatía? Y si empiezo a enumerar autores, sea que los tenga en mi cabeza por predilección o que los haya encontrado en una búsqueda furiosa, que divaguen sobre estas cuestiones, es probable que no termine más. Porque lo habló Nietzsche (a su extraña y hermosa manera), seguramente lo habrán tocado en algún momento pensadores más radicales como Fromm, en la bolsa estarán las diferentes escuelas críticas de estudios sociales (Horkheimer y Adorno, por ejemplo), los de más acá como Eduardo Galeano.

En fin, es una lista infinita , pero no porque sea un tema que no pasa de moda, sino porque puede ser abordado desde diferentes áreas cognoscitivas y, en simultáneo, desmenuzarlo para poder hallar respuestas. Tanto a las necesidades de afecto que tenemos los humanos como a las propias actitudes frente a situaciones en las cuales ya hemos probado el sabor de ser aceptados, de estar «ok», de ser «cool» y dar por el suelo todo eso, sólo por nuestra condición de destructores. De amantes del dolor, de masoquistas y de intolerantes ante lo bello, lo bueno, lo sagrado, lo cultual.

 Muchas veces derrumbamos todo lo que hacemos por ser amantes del dolor, masoquistas, intolerantes ante lo bueno.

Máximo Gorki era un seudónimo que utilizaba un escritor y político ruso, identificado con el movimiento revolucionario soviético (murió en 1936, con lo cual entendemos que pueda haber participado en el levantamiento de Lenin del ’17). Pero no es menester realizar especulaciones, de ningún tipo. En su vasta obra literaria, sobresalen algunas líneas que pueden ayudarnos a acercarnos un poco más a esta idea de por qué queremos y/o no podemos concebir la vida sin obtener lo que nos proponemos, sumado a una pregunta aún más importante: con qué medios, de qué forma. Gorki dice: «Cuando se ama a alguien, todo está claro: adónde ir, qué hacer… Las cosas ocurren con la mayor naturalidad, y no tiene uno que preguntarle nada a nadie.» Hay dos lecturas que pueden desprenderse de esta frase:

  • Qué lindo sería sentirse realizado, satisfecho, seguro de que mañana todo será igual porque tengo a mi lado a la persona que además de completarme, puede hacer que todas las modificaciones externas no influyan en el desarrollo de mi vida.

(Más allá del tinte individualista, por así decirlo, que esta especie de tesis sugiere, es muy real. Es muy común oír la postura del otro y percibir tintes de egoísmo, pero con la certera necesidad de valerse de alguien más para alcanzar los objetivos propios).

  • Qué aburrido sentirse realizado, satisfecho. Prefiero lo desconocido y sólo aprecio la seguridad en cuanto a saber que todos los días existen nuevas oportunidades de renovarse, de reinventarse, de conocerse. No busco a alguien que me complete y me dé paz. Busco a alguien que me desafíe en todo sentido.

(Un poco más alejada de la concepción de la frase de Gorki, también resulta simbólico. Hay determinadas cuestiones que parecen instauradas en la sociedad que, de hecho, son convenciones y que se transmiten de unos hombres a otros: el matrimonio, ser madre, mandar a estudiar a los hijos para que sean médicos, etc., a las cuales esta sensación de riesgo está haciendo frente. Esta «inseguridad espiritual» tiene que ver con un alma que no se sacia con cualquier cosa. Que está en constante devenir).

Imaginemos que las cuestiones racionales se nos presentan como un juego de mesa. Para poder participar, además de tener un tablero, algunas fichas y ciertas reglas, también se nos provee un embudo. Un embudo que es obligación utilizarlo si es que alguien quiere jugar. Podemos creer que ganamos, que superamos al otro. En definitiva, la prueba del embudo siempre estará al final, cuando ya muchos hayan quedado en el camino exhaustos de teorizar. Y qué hay al final de ese elemento imprescindible: el amor. El amor, que es el mayor enemigo del pensamiento por representar con mayor pureza la parte emocional que completa nuestra racionalidad, está al final de cualquier cuestión. Sino, pensemos en cuántas veces empezamos a hablar de una cosa y se presentó el amor, casi sin querer, en nuestro discurso. O en el ajeno. En el del «loco» y en el del cuerdo. Digo loco, porque hay un mundo que define quiénes lo son y quiénes no, a pesar de que no sepa discriminar con justeza. En el del viejo y en el del niño. En el del hombre más macho y en el de la mujer que defiende con fiereza sus derechos y a todas sus compañeras en la lucha. Por eso es tan difícil explicarlo todo. Por eso cada artículo que escriba va a estar como predestinado a morir siempre con la misma bandera levantada.

Por eso, entró buscando respuestas y se fue aún más confundido.
Por eso.
Por el amor.

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