En el medio de la balacera
"Donde hubo fuego, cenizas quedan" solemos decir para graficar una relación amorosa que vuelve a surgir después de un tiempo. Néstor Kirchner y el Grupo Clarín fueron la llama desde donde se empezó a forjar la Nueva Ley de Medios de Comunicación Audiovisual (26.522), una estrategia que además de venir a suplir las falencias que en este aspecto Argentina tenía y debía restaurar, hizo estallar a la empresa (poseedora de medios audiovisuales, radiofónicos y gráficos, más sus respectivos soportes digitales) y provocó el enfrentamiento contra el Gobierno nacional.
Por Fabricio Velázquez. La difícil tarea de elaborar una postura crítica que, a la vez, sea personal, podría emprenderse con el análisis mediático en la siempre fructífera tierra argentina. Contrainfo.com
Se ha dicho a lo largo de los siglos que la palabra propiamente dicha, requiere de la inserción de un significado. Ése mismo, se lo otorga cada sociedad y/o cada individuo en referencia a su época, sistema político-económico, coyuntura y una serie de cuestiones más finitas.
La palabra era lo más importante para los griegos, por ejemplo. Y si esa nación, creadora de la Filosofía, del Teatro, sin ir más lejos, de la Política (en la tan añorada Polis), le otorgaba el poder que le otorgaba, la historia algo nos está queriendo decir. Para comenzar, señor lector, coincidiremos en la fuerza creadora de la palabra y en las consecuencias que la misma pueda generar.
La dualidad mediática que vive desde hace un tiempo (largo) la Argentina, lo envuelve todo. Nadie queda exento, directa o indirectamente, de una pelea entre dos bandos que ya ni vale la pena recordar. Cuando la cosa recién estaba naciendo, cada cual plantaba su bandera, construía sus fuertes, acicalaba las trincheras y se hacía de municiones. Ese armamento se denomina palabra y nos ha demostrado ser mucho más fuerte que una bala cuando de ideología se trata.
«Donde hubo fuego, cenizas quedan» solemos decir para graficar una relación amorosa que vuelve a surgir después de un tiempo. Néstor Kirchner y el Grupo Clarín fueron la llama desde donde se empezó a forjar la Nueva Ley de Medios de Comunicación Audiovisual (26.522), una estrategia que además de venir a suplir las falencias que en este aspecto Argentina tenía y debía restaurar, hizo estallar a la empresa (poseedora de medios audiovisuales, radiofónicos y gráficos, más sus respectivos soportes digitales) y provocó el enfrentamiento contra el Gobierno nacional. En líneas generales, lo que hoy conocemos como la guerra de la comunicación.
El armamento de los dos bandos es la palabra y ésta nos ha demostrado ser mucho más fuerte que una bala, cuando de ideología se trata.
Es muy injusto tener que elegir un lado de la línea. Porque usted no puede estar parado en el medio, ¿o acaso quiere ser víctima del baño de informaciones, desinformaciones, traiciones, malos entendidos, dobles discursos y tanta otra historia que va de izquierda a derecha? Bien, hágase cargo. Nosotros, los que intentamos mirar desde afuera, no podemos hacer nada, porque nadie es inmune. Reconózcalo y deje de bregar por tratados pacifistas que al día de hoy suenan utópicos. Es pura fantasía.
Nos hemos acostumbrado y, en definitiva, eso es lo que somos como buenos seres humanos: hombres y mujeres que, al ceder al constante asedio tecnológico/multimediático, se cansan, se dejan estar y compran lo que se les vende. La oferta es paupérrima, por donde se la mire. Apenas encontramos un poco de respiro, aparece una pauta publicitaria que nos quita la felicidad, o esa sensación de conformismo que el entretenimiento siempre proporciona.
La oferta es paupérrima, por donde se la mire. Apenas encontramos un poco de respiro, aparece una pauta publicitaria que nos quita la felicidad
Por eso no es difícil pararse en la izquierda o en la derecha: primero, porque el centro no existe, prácticamente. En nuestra naturaleza taxativa, ya no juegan los grises y la falta de determinación nos hace ruido. Y, en segundo lugar, es más divertido y el contraste de opiniones le da vida a las especulaciones, a la polémica, a la disyuntiva y al poder juzgar al otro por lo que tenga (o no) en la cabeza.
¿De qué manera aporta un discurso clarificador, que apacigüe las aguas, que pare la pelota para pensar? ¿Cómo es que ese tratamiento tan, digamos, hermoso de la realidad contribuye al circo de los medios de comunicación? Usted ya se lo ha contestado sin siquiera estar leyendo en voz alta. ¡Eso es lo bueno! Que se da cuenta y que, a pesar de que muchos no lo hagan, nosotros podemos evadir, tímidamente aunque sea, la batalla por tener la razón que propone la televisión, la radio y lo que nosotros creemos el foro libre por excelencia: Internet.
Internet, querido amigo, se suma a la lista de “desconfianza” que hacemos cuando empezamos a identificar con un “este sí”, “este no”, “este es bastante parcial”. ¿Qué es lo que determina la parcialidad de las acciones y de los dichos?
Es normal que, en determinadas ocasiones, nos sintamos abrumados. Albert Einstein lo dijo en su tiempo, la inteligencia no va de la mano de la felicidad. En los tiempos que corren, se puede adaptar esta frase para que quede más simple aún: “no pensar”. El sólo hecho de estar reflexionando sobre la realidad mediática de la República Argentina nos hace angustiarnos, nos hace imaginar “cómo sería si…”, nos hace crear comparaciones (que son odiosas) con otros países que desde hace un tiempo emprendieron el camino de la verdadera emancipación de los países desarrollados. Y en esta diatriba de si debemos ser críticos o no, es cuando el encontronazo con uno mismo se hace más fuerte, más doloroso, más autocrítico. Porque, de repente, el cuestionamiento es hacia nosotros mismos y nuestra capacidad de tolerancia.
Sinceramente, no creo tener la osadía ni las facultades de comentarle a usted cómo debería ver la realidad. Apenas, me animo a decir algo que se ha repetido desde que Eliseo Verón o Umberto Eco lo postularon, y es que todo es construcción.
(…)Y en esta diatriba de si debemos ser críticos o no, es cuando el encontronazo con uno mismo se hace más fuerte
Todo está milimétricamente pensado para, haciendo las compras, se lleve la lata de atún más cara y que no necesita. Asimismo, todo está guionado y excelentemente pensado (porque es así, porque uno se maravilla cuando se pone a analizar cómo los mecanismos son tan perfectos, como es tan difícil hallar una ruptura en la máquina) para que creamos lo que se nos dice. De uno u otro bando. Para bien o para mal.
El ejercicio más sano para tonificar el cerebro será, entonces, el de tratar de desasnar los mensajes hasta el punto de tocar fondo. Es una tarea difícil, de intensa reflexión y donde nos podemos encontrar con cosas que no nos agraden del todo o, peor, que vayan en contra de lo que siempre supusimos era verdad.
En definitiva, la verdad la dictan otros hombres que trabajan para eso y viven por eso. La verdad no tiene fundamento más que el que nosotros nos animemos a darle.
Usted y yo entendemos de lo que estoy hablando. En cada uno de nosotros radica la inteligencia que nos puede ayudar a esquivar la balacera y la fuerza que puede salvarnos de la muerte del pensamiento.
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