Goce y Saber
El “saber” que la gente posee acerca de la cultura general –ahora, más que nunca– constituye un conocimiento ideologizado, encubridor de un mandamiento cultural, que exige gozar. Esta dinámica servil al consumismo genera un exponencial crecimiento de la demanda y un frenético y formidable negocio para la industria cultural.
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Por: Jorge Ballario. Goce y Saber. La cultura, abarca entre otras cosas, las costumbres y formas de vida de un grupo social, perteneciente a una determinada época y lugar, incluyendo además sus conocimientos generales, como asimismo el nivel científico, industrial y artístico alcanzado por sus miembros. Contrainfo.com
Luego de esta breve y genérica definición de cultura, vamos a formular una hipótesis, que de ahora en más va a guiar nuestras reflexiones. Dicha suposición previa nos indica que: la “cultura general”, al ubicarse al servicio de los medios masivos de comunicación, como modo privilegiado de nutrir la hipertrofia mediática, se transforma en vorágine cultural, incrementando el malestar de la población afectada.
Seguramente, lo que hay en juego en mucha gente es una especie de necesidad compulsiva de consumir conocimientos, que permitirían apreciar ciertos sabores; tal vez, dicha percepción consensuada culturalmente vendría a ser algo así como el condimento del consumismo.
El “saber” que la gente posee acerca de la cultura general –ahora, más que nunca– constituye un conocimiento ideologizado, encubridor de un mandamiento cultural, que exige gozar. Esta dinámica servil al consumismo genera un exponencial crecimiento de la demanda y un frenético y formidable negocio para la industria cultural.
En la sexualidad tenemos un claro ejemplo de cómo el placer y el saber pueden estar independizados, debido a que las vivencias sexuales son subjetivas; no hay recetas, cada uno puede aprender prácticamente sólo a partir de su propia, y a la vez compartida experiencia con su/s pareja/s, e inevitablemente en su contexto pulsional[1]. La formación teórica de un sexólogo no lo hará gozar más del sexo que el común de los mortales.
Si en el máximo placer accesible al ser humano se puede apreciar claramente que no existe la necesidad de expandir el conocimiento formal para disfrutar más, solamente bastaría con el conocimiento intuitivo de la propia práctica, del saber hacer corporal; no parece ocurrir lo mismo en otros rubros, como por ejemplo, con la gastronomía o con la música. En estos, y en muchos otros, existe todo un culto comercial, como si los consumidores fuesen a disfrutar más por la información objetiva que cada uno ostentara sobre dichos ítems. En estos casos, generalmente el goce proviene, más que de la aplicación práctica de la información, del hecho mismo de ostentar el saber, acatando y representando en ese acto la voz de un difuso Amo cultural, que así lo dispuso.
En tal caso, el sujeto humano, como vocero de dicha voz, experimenta un gozoso poder. El saber y la información se conjugan en los personas de esta era en pos de ese anhelo. No sólo por la posesión de bienes materiales se compite, sino también por el saber, pero por el que la cultura consumista jerarquiza y exhibe.
Seguramente, lo que hay en juego en mucha gente es una especie de necesidad compulsiva de consumir conocimientos, que permitirían apreciar ciertos sabores; tal vez, dicha percepción consensuada culturalmente vendría a ser algo así como el condimento del consumismo. En el caso concreto del condimento de las comidas, sabemos que hasta cierto punto es razonable, y que más allá de ese punto comienza a ser dañino, además de superfluo. Si alguien acostumbra a su paladar a ingerir alimentos livianos o no tan saborizados, al poco tiempo encontrará un placer similar al que sentía cuando necesitaba condimentarlos excesivamente: por haberse acostumbrado al abuso de esas sustancias, no podía prescindir de ellas para no sentir desabridas sus ingestas.
Existiría también un “condimento metafórico” excesivo y perjudicial en la cultura consumista actual, y es lo que empuja a un hedonismo sin límites, imponiendo el deber de gozar.
Pero como estamos inmersos en la cultura y la misma habita en cada uno de nosotros, es que se produce el fenómeno del eclipsamiento subjetivo; y es precisamente por esta razón que a los afectados es poco probable que se les cruce por la cabeza algún vestigio de pensamiento contrario. Y es así entonces, cómo una decidida y arrolladora fuerza cultural puede barrer con casi todo vestigio opositor y tener vía libre para una triunfal consolidación en la población, reduciendo a su mínima expresión todo lo pertinente a la originalidad de la esfera individual.
[1] Pulsión: proceso dinámico consistente en un empuje que hace tender al organismo hacia un fin. Gracias al “objeto” (que puede ser una situación, persona, ser viviente o alguna cosa) la pulsión –es decir, esa carga energética corporal o factor de motilidad– alcanza su “fin”, que es descargar la excitación del cuerpo.
Web del autor: Jorge Ballario
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