Roe vs Wade y derecho al aborto: la lucha continúa
El cuerpo de las mujeres es y ha sido siempre un antiguo campo de batalla. Destruirlo físicamente -o destruir su esencia- equivale a aniquilar una parte fundamental del tejido social.

Desconsuelo ante el retroceso brutal de los derechos femeninos: «Nunca fuimos tierra de libertad». (Crédito de la foto Getty Images)
Por Carolina Vásquez Araya. Un antiguo campo de batalla. En los días recientes, tres decisiones de la Corte Suprema estadounidense han delineado la ruta de un retroceso radical en cuestión de derechos, pero también la constatación de una postura reiteradamente contradictoria en cuanto la defensa de la vida y la libertad.
“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres” – Simone de Beauvoir.
La derogación del derecho al aborto, al eliminar la histórica decisión Roe Vs. Wade (*), de 1973, la cual consagraba esta opción como un derecho constitucional, deja a millones de mujeres estadounidenses desprotegidas y sujetas a enfrentar serios riesgos para su salud, pero sobre todo expuestas como objeto de control político bajo la pobre excusa del derecho a la vida. Esta decisión de la Corte constituye otra de las formas de violación de los cuerpos de las mujeres, semejantes a las perpetradas en cualquier escenario bélico y, para más ironía, con los mismos propósitos.
La segunda decisión de la Suprema viene a ratificar el cinismo de los grupos de extrema derecha en ese país, al anular las restricciones sobre la tenencia de armas en la vía pública en el Estado de Nueva York. Es decir, mientras por un lado se restringen los derechos de las mujeres, por otro se relajan las normas sobre uno de los derechos constitucionales más peligrosos para la vida humana. Y la tercera decisión viene a confirmar una vez más la doble moral de las altas instancias jurídicas -reflejo, claro está, de toda una tradición de fundamentalismo- abriendo la puerta para subsidiar con fondos del Estado el adoctrinamiento religioso en las escuelas, lo cual contraviene la tradicional separación entre Iglesia y Estado.
Como espejo de este regreso a un marco normativo que vulnera gravemente derechos ya consagrados, se establece de modo agresivo un retorno a las prácticas restrictivas para grupos específicos de la sociedad -mujeres y niñez- desbaratando de golpe una labor de largo aliento que ha costado muchas vidas. La violencia implícita en estas decisiones delinea un giro histórico hacia un fascismo solapado, vestido de moral. Toda decisión dirigida a eliminar derechos ya conquistados a un grupo específico de la sociedad, es una práctica inmoral y carente de verdadera sustentación jurídica, toda vez que representa un acto de discriminación.
El cuerpo de las mujeres es y ha sido siempre un antiguo campo de batalla. Destruirlo físicamente -o destruir su esencia- equivale a aniquilar una parte fundamental del tejido social. Es por ello que la lucha por los derechos de las mujeres se mantiene siempre vigente: porque jamás estarán garantizados mientras existan bajo un sistema patriarcal, de dominación económica y política, en donde su sitio no tiene sustento sólido. Esta es una realidad en cualquier sociedad, no importa cuán elevado sea su nivel de desarrollo.
El discurso pro vida, institucionalizado con fervor por gobiernos cuyos líderes amparan los crímenes de guerra bajo la bandera de intereses corporativos, choca de frente con iniciativas destinadas a poner un cepo contra la seguridad, la vida y la libertad de más de la mitad de su población. La intromisión de las doctrinas religiosas en esta muestra escandalosa de cinismo y abuso, incluso en países cuyos textos constitucionales establecen una división estricta de sus espacios de intervención, deja muy en claro cuánto impacto tendría la plena libertad de las mujeres en un sistema capaz de reconocer sus talentos y sus valores. Este, todavía es un tema pendiente.
La plena libertad para la mujer es un tema pendiente en todas las sociedades.
Carolina Vázquez Araya: Periodista, editora, columnista y consultora en comunicación con más de 35 años de experiencia. De nacionalidad chilena, con una prolongada residencia en Guatemala y actualmente en Ecuador.
Durante más de 30 años ha publicado su columna de opinión en el diario Prensa Libre de Guatemala sobre cultura, educación, derechos humanos, justicia, feminismo y niñez. Sus artículos son divulgados en más de 60 medios digitales en Latino américa, Europa, Canadá y Estados Unidos.
Correo: [email protected]
Web: Carolina Vázquez Araya
Artículo enviado por la autora para su publicación.
(*) Roe Vs. Wade
La conservadora Corte Suprema de Estados Unidos puso fin este viernes al derecho de las mujeres al aborto, garantizado durante casi medio siglo a partir del histórico fallo Roe Vs. Wade.
Aquella sentencia, nunca aceptada por la derecha religiosa, fue dictada el 22 de enero de 1973, con una mayoría de siete jueces contra dos. El fallo del máximo tribunal de Justicia estadounidense definió un marco limitado dentro del cual, en virtud de su derecho a la privacidad, una mujer podía interrumpir legalmente su embarazo.
En aquel entonces, las abogadas Sarah Weddington y Linda Coffee presentaron una demanda colectiva en nombre de una embarazada que impugnaba una ley por la cual el Estado de Texas prohibía el aborto.
Norma McCorvey ya madre soltera cuando, embarazada por tercera vez, quiso abortar, pero no pudo porque Texas lo permitía solo en caso de que la gestación pusiera en peligro la vida de la mujer o el feto.
La mujer acudió a la justicia bajo el seudónimo de Jane Roe y se enfrentó al fiscal de Dallas, Henry Wade. La instancia jurídica más alta del país tomó el caso unos meses más tarde en base a un recurso de Roe contra el fiscal Wade, pero también sobre el del doctor James Hallford y el de John y Mary Doe, una pareja sin hijos que deseaba interrumpir una gestación en completa legalidad.
Tras escuchar a todas las partes, la Corte Suprema esperó a que se celebraran las elecciones presidenciales de 1972 y el republicano Richard Nixon fuera reelegido para hacer pública su decisión, tomada con siete votos a favor y dos en contra.
El derecho al aborto en Estados Unidos, que no está garantizado por la legislación federal, se basó desde entonces en la jurisprudencia que marcó la histórica decisión del Tribunal Supremo.
Los fundamentos del fallo
En Roe vs. Wade, la Corte Suprema de Estados Unidos estableció que el derecho al respeto de la vida privada garantizado por la Constitución se aplicaba al aborto.
Reconociendo «la naturaleza sensible y emocional del debate sobre el aborto, los puntos de vista rigurosamente opuestos, incluso entre los médicos, y las profundas y absolutas convicciones que el tema inspira», el máximo tribunal anuló las leyes de Texas sobre la interrupción de los embarazos.
La decisión, que tuvo efecto en una gran mayoría de estados donde estaban en vigor leyes similares a las texanas, estipuló que «el derecho al respeto de la vida privada, presente en la Decimocuarta Enmienda de la Constitución (…) es suficientemente amplio para aplicarlo a la decisión de una mujer de poner fin o no a su embarazo».
«Una ley como la de Texas que hace del aborto un crimen, excepto cuando la vida de la mujer está en peligro, sin tener en cuenta el estadio de la gestación ni otros intereses en juego, viola la Decimocuarta Enmienda de la Constitución», afirmó la Corte en su decisión.
La instancia jurídica más alta de Estados Unidos dio así la razón a Jane Roe, quien años después se convirtió en una activista contra el aborto, pero no admitió los recursos del doctor Hallford ni de John y Mary Doe.
La sentencia «Roe vs. Wade» fue seguida de la decisión «Doe versus Bolton», que autorizó a cada estado a añadir restricciones al derecho a abortar cuando el embarazo está avanzado. – Página 12