Postmodernidad. Postmodernismo
Mónica Perera de Moore
Antes de entrar en una discusión del Postmodernismo, se deben de aclarar ciertas diferencias entre éste y el Modernismo. El primero adopta ciertas nociones en defensa de su punto, a las cuales otorga arbitrariamente un sentido universal. Estas nociones en el específico caso del contexto literario Latinoamericano, provienen del extranjero; ya que pueden ser euro céntricas, anglosajonas o incluso como en el caso del Marxismo, rusas. El autoproclamarse 'universales', implica por lógica, no solo una evidente intransigencia sino también una arrogante imposición de las mismas, en el mundo entero. De esta manera crean sus propias meta narrativas (la narrativa que se basa y trata de explicar otra narrativa) validándose a si mismas solamente en sus propios argumentos o narraciones.
Nociones tales como 'el sentido común', o 'la razón', 'la fe religiosa', 'la justicia', o la misma 'emancipación del hombre' serían casos específicos. Analizando la secuela del 'sentido común' en la Alemania nazi, del catolicismo desde el prisma indígena, o los mismos bastiones que enarbolara l revolución francesa con su supuesta 'emancipación del hombre': en el contexto latinoamericano, no es entonces sorprendente el cuestionamiento posmodernista. Dichos ideales demuestran en la triste historia de la humanidad que simplemente han servido y siguen sirviendo como excusa para perpetuar toda clase de atrocidades. Hechos que en sí, valen en definitiva para anular sus doctrinas, ya que en concreto, demuestran el polo opuesto de lo que sus teorías implican o predican.
El Postmodernismo por otro lado, las expone como pura palabrería, las cuales no tiene base ni derecho de asumir cierta voz 'universal', en su presunción de portadoras de una verdad absoluta y común para todo el mundo. En vez de enfrentarse antagonísticamente a las meta narrativas modernistas, hecho que en sí implicaría la concepción de otra meta narrativa, en este caso posmodernista, el Postmodernismo las descarta como ineficaces. Por consiguiente, un punto de de importancia crucial al hablar del postmodernismo, es tener siempre presente que el mismo, no se auto clama ni se le debe referir como "Teoría". Su intención, aparte de denunciar conceptos hipócritas, es buscar otra manera de comunicación que dé lugar en forma tolerante y comprensiva, al propio medio de expresión de voces periféricas o minorías.
Dados estos parámetros examinemos este extracto del libro sobre el tema de Jean Francois Lyotard.
El propósito de este estudio es la condición del conocimiento en las sociedades más desarrolladas. He decidido usar el término Postmodernismo para describir esa condición. La palabra es de uso actual en el continente Americano en el círculo de sociólogos y críticos; ella designa el estado de nuestra cultura luego de las transformaciones las cuales, desde el fin del siglo diecinueve han alterado el juego de las reglas para las Ciencias, la Literatura y las Artes. El presente estudio localizará esas transformaciones en el contexto de las crisis en las narrativas.
La Ciencia siempre ha estado en conflicto con las narrativas. Juzgadas bajo reglas científicas, la mayoría de las narrativas prueban ser fábulas; pero si la ciencia no se restringe a sí misma a declarar regulaciones prácticas y busca la verdad, se ve obligada a legimitizar las reglas de su propio juego. Es entonces que produce un discurso de legitimación con respeto a su propio status, un discurso llamado Filosofía. Usaré el término Moderno para designar cualquier ciencia que se auto-legitimiza con referencia a una meta narrativa de este tipo, haciendo así un apelamiento explícito a alguna narrativa mayor, como serían el dialecto de la Razón, las Hermenéuticas del significado, la emancipación del sujeto racional-laboral, o la creación de riquezas. Por ejemplo, la regla de consenso entre el que envía y el que recibe una declaración con valores verdaderos es considerada aceptable si es expresada en términos de una posible unanimidad entre mentes racionales; ésta sería la narrativa del siglo de las luces, en la cual el héroe del conocimiento se dirigiría a un fin ético-político noble-paz universal. Como se puede apreciar con este ejemplo, si la meta narrativa implica una filosofía de la historia, es usada para legitimizar conocimiento, interrogantes surgen concerniendo la validez de las instituciones que gobiernan la adhesión social: éstas deben ser a su vez legitimizadas también. De esta manera la justicia es consignada a la gran narrativa en la misma medida que la verdad.
Simplificando al extremo, defino el Postmodernismo como una incredulidad en las meta narrativas. Esta incredulidad es sin duda alguna un producto de progreso en las ciencias; pero ¿ese progreso a su vez qué lo presupone? A ese estado obsoleto del aparato meta narrativo de legitimización corresponde marcadamente, la crisis de la filosofía de metafísica y de la institución universitaria que dependía del pasado. La función de la narrativa es perder su fundadores, su gran héroe, sus peligros grandes, sus grandes viajes, su gran meta. Está extendido en nubes de elementos narrativos de lenguaje-narración, pero también en denotación, prescripción, descripción, etc., etc. Transmitidas dentro de cada nube hay valores pragmáticos específicos a sus naturalezas. Cada uno de nosotros vivimos en la intersección de muchos de éstos. Sin embargo, no establecemos necesariamente combinaciones de un lenguaje estable, y las propiedades del que sí establecemos no son necesariamente comunicables.
De esta manera la sociedad del futuro cae menos dentro de la provincia de la antropología Newtoniana (como el estructuralismo o la teoría de los sistemas) que dentro de un pragmatismo de partículas lingüísticas. Existen numerosos juegos de lenguaje – una hetereogenidad de elementos. Estos sólo dan relieve a instituciones en remiendos – determinismo local.
Todos aquellos poderosos los cuales dictan decisiones, tratan de manejar esas nubes de socialismo de acuerdo a las matrices de datos internos y externos siguiendo una lógica que implica que sus elementos son proporcionados y que el todo es determinable. Designan nuestras vidas para el crecimiento del poder. En cuestiones pertinentes a la justicia social y a la verdad científica, la legitimización de ese poder está basado en optimizar el funcionamiento del sistema – eficiencia. La aplicación de este criterio a todos nuestros juegos necesariamente implica un cierto nivel de terror, sea severo o ligero: 'sé operacional' (en realidad, 'sé uniforme') o desaparece.
La lógica de funcionamiento máximo es sin duda consistente en varias maneras, particularmente con respeto a la contradicción en un campo socio-económico: exige a la misma vez menos trabajo (a menos costo de producción) y más (disminuyendo la carga social de la población inactiva). Ya nuestra incredulidad es tal, que no esperamos una salvación que nos eleve de dichas inconsistencias, como hizo Marx. Aún así, a la condición postmoderna le es tán desconocida la desilusión como lo es la ceguera positivista de la deligitimización. ¿Donde, más allá de las metanarrativas puede residir la legitimización? El criterio operativo es tecnológico; no tiene relevancia para juzgar lo que es justo o verdadero. ¿Es entonces la legitimización hallada en el consenso obtenido a través de la discusión, como Jurgen Habermas piensa? Dicho consenso hace violencia a la hetereogenidad de los juegos lingüísticos. Y la invención siempre nace de la disensión. El conocimiento postmodernista no es simplemente una herramienta de las autoridades; refina nuestras sensibilidad a las diferencias y refuerza nuestra habilidad para tolerar lo desproporcionado. Su principio no es la armonía del experto, sino la parología del inventor.
Esta es la pregunta: ¿Es la legitimización de la adhesión social, una sociedad justa, alcanzable en términos de una paradoja análoga a la de la actividad científica? ¿Cuál sería entonces esa paradoja?…
La "crisis" del conocimiento científico, signos que se han ido acumulando desde el fin del siglo XIX, no ha surgido por azar, de la proliferación de ciencias, en sí un efecto del progreso tecnológico y la expansión del Capitalismo. Más bien representa una erosión interna del principio de legitimidad del conocimiento. Hay una erosión dentro del juego especulativo y aflojando el tejido de la de la trama enciclopédica en la cual cada ciencia encuentra su lugar, eventualmente las liberará.
Las clásicas líneas divisoras entre los distintos campos de la ciencias son entonces llamados al interrogatorio-disciplinas desaparecen, se funden los bordes dentro de algunas ciencias, y de esos mismos bordes, nuevos territorios nacen. La jerarquía especulativa de la enseñanza da paso a un, inmanente, mediocre laberinto de áreas de inquisición, cuyas respectivas fronteras estarían en permanente estado de oscilación. Las viejas facultades se fracturan en instituciones y fundaciones de todo tipo, y las universidades pierden su función de legitimización especulativa. Despojadas de la responsabilidad de investigaciones (la cual fue silenciada por la Narrativa especulativa) se auto-limitan a la transmisión de lo que se juzga como conocimiento establecido, y a través de la didáctica garantizan la replicación de maestros en vez de producir investigadores. Este es el estado que Nietzsche encuentra y condena.
El potencial erosivo intrínseco al procedimiento de legitimización, el aparato emancipatorio que fluye del siglo de las luces, no es menos extensivo que el que funciona dentro del discurso especulativo, pero toca un aspecto diferente. La característica que lo distingue es que afinca la legitimización de la ciencia y de la verdad, en la autonomía de los interlocutores envueltos en prácticas de índole social, ético y/o político. Como hemos visto hay problemas inmediatos con esta forma de legitimización: la diferencia entre una declaración denotativa con valor cognitativo y una declaración prescriptiva con valor práctico, es una de relevancia, por lo tanto de competencia. No hay nada que pruebe que si una declaración la cual describe una situación real, sea verdad indiscutida, por lo tanto una declaración prescriptiva que se basa en aquella (un efecto el cual forzosamente sería una modificación de esa realidad) será justa.
Tomemos por ejemplo una puerta cerrada. Entre " la puerta está cerrada" y "abre la puerta" no hay relación de consecuencia como define la lógica proporcional. Las dos declaraciones pertenecen a dos autónomos grupos de reglas que definen diferentes tipos de relevancia, por lo tanto de competencia. Aquí, el efecto de dividir la razón entre cognotativa', teórica por un lado, y razón práctica por el otro es un ataque a la legitimidad del discurso de la ciencia. Quizás no directamente pero sí indirectamente, por revelar que es un juego de lenguaje con sus propias reglas (del cual el a priori condición del conocimiento de Kant nos ofrece un vistazo) y el cual no tiene lugar a supervisar el juego de la práctica (ni el de estética incluso). El juego de la ciencia es así puesto a la par con los otros.
Si esta "delegitimización" se persigue en el mínimo grado y su campo se ensancha (como Wittgenstein lo hace a su manera, y pensadores como Martin Buber y Emanuel Levinas en la de ellos) el camino está abierto así para una corriente importante del postmodernismo: la ciencia juega su propio juego; es incapaz de legitimizar los otros juegos del lenguaje. El juego de prescripción por ejemplo se escapa. Pero por sobre todo es incapaz de legitimizarse a sí mismo, como la especulación filosófica presumía que podía. El sujeto social parece disolverse en esa diseminación de juegos lingüísticos. La cohesión social es lingüística, pero no es trazada con un solo hilo. Es una tela trazada por la intersección de por lo menos dos (en realidad un indeterminado número) de juegos lingüísticos, obedeciendo distintas reglas. Wittgenstein escribe: "Nuestro lenguaje puede ser visto como una ciudad antigua: un laberinto de pequeñas calles y plazas, de casas nuevas y viejas, y con casas que presentan adicciones de distintas épocas; y todo esto envuelto por una multitud de municipalidades con calles regulares, derechas y casas uniformes". Y para presionar el punto que el principio de la unitotalidad – o síntesis bajo la autoridad del meta discurso del conocimiento – es inaplicable, él somete ese "pueblo" de lenguaje a la paradoja de la antiguas fraternidades, preguntándoles: ¿cuántas casas o calles se precisan para que un pueblo comience a ser un pueblo?"
Nuevos lenguajes se añaden a los antiguos, formando barrios del pueblo viejo: "el simbolismo de la Química y las notas del calculus infinitesimal". Treinta y cinco años más tarde podemos agregar a la lista: máquinas de lenguaje, las matrices de la teoría de juego, nuevos sistemas de notaciones musicales, sistemas de notación para no-denotativas formas de lógica (lógica temporal, lógica deontical, lógica modalista) el lenguaje del código genético, gráficas o estructuras fonológicas, etc.
Podemos formar una impresión pesimista de esta fractura: nadie habla todo esos lenguajes, no tienen un metalenguaje universal, el proyecto sistema – sujeto es un fracaso, la meta de la emancipación no tiene nada que ver con la ciencia, estamos todos forzosamente adheridos al positivismo de una u otra disciplina del conocimiento, los eruditos escolares se han vuelto científicos, las tareas de investigación han disminuido y son ya compartamentalizadas y nadie ya las puede conquistar a todas. La filosofía especulativa o humanística es forzada a prescindir de sus responsabilidades o tareas de legitimización, lo cual explica porque la filosofía está encarando una crisis cuando persiste en reclamar esas funciones y es reducida a un estudio de sistemas de lógica o de la historia de las ideas, en donde ha sido lo suficiente realista de entregarse a ellas.
Al principio de este siglo, Viena se despojó de su pesimismo: no sólo los artistas como Musil, Kraus, Hofmannsthal, Loos, Schonberg, y Broch, sino también los filósofos Mach y Wittgenstein arrastraron un despertar de la responsabilidad artística y teorética de deslegitimización hasta el límite permitido. Podemos decir que el proceso de "luto" ya ha sido completado. No hay necesidad de comenzar otra vez con él mismo. La fuerza de Wittgenstein reside en que no optó por el positivismo, él cual era desarrollado por el círculo vienés pero delineó en su investigación de los juegos de lenguaje, una clase de legitimización la cual no era basada en actuación. Esto es lo que el mundo postmoderno implica. La mayoría de la gente ha olvidado la nostalgia por la narrativa perdida. Con eso no quiere decir que se los ve reducidos a la barbarie. Lo que los salva del mismo, es el conocimiento de que la legitimización puede sólo provenir de su propia práctica lingüística y su interacción comunicativa. La ciencia, sonriéndose en su propia cara a cualquier otra clase de creencias, les ha enseñado la severa austeridad del realismo
© 1998
Mónica Perera de Moore – Comentarios:add@planet.net.au – Fuente: Monash University
Fuente: AVIZORA