Por Carlos Stepanian (*). ¿Vamos hacia un argenticidio?. Los argentinos, parece que tenemos vocación de masoquistas crónicos y empedernidos. En breve debemos concurrir a comicios nacionales, con el objetivo de elegir al futuro titular del poder ejecutivo nacional. Los dos candidatos que emergieron de la primera vuelta electoral, ya están en plena campaña, tratando de convencer a los potenciales electores a votar por tal o cual fórmula.
No está de más decir que representan polos opuestos en cuanto a ideología, proyecto y funcionarios para llevarlos a la realidad. Uno que representa la continuidad con cambios positivos, representa al actual oficialismo y el otro, todo lo contrario, representa a sectores minoritarios de la población, proponiendo una agenda neoliberal a ultranza. Entre esos dos polos se halla la ciudadanía.”
Hasta aquí, todo normal y previsible. El problema se presenta en un cierto y determinado sector del electorado, que parece que tiene muy mala memoria y que pareciera ser que quiere volver a pasos agigantados hacia el pasado. Olvidaron que hace algo más de una década, durante la crisis del 2001/02,en algunas esquinas de CABA, sectores cartoneros, piqueteros y desocupados, conjuntamente con grupos de la erróneamente llamada clase media venida a menos, la siguiente consigna, “Piquete y cacerolas; la lucha es una sola”.
Nadie bien nacido puede negar que en esa década, muchos grupos sociales, fueron promocionados a través de la movilidad social que estimuló éste proyecto nacional, popular, e inclusivo, que entre otros logros, permitió que miles de trabajadores sin aportes previsionales pudieran acceder a una jubilación mínima por medio de un sistema de moratorias, u otra familia pudiese acceder mediante un sorteo transparente a una vivienda, o a estudiantes secundarios a una computadora portátil, entre otros beneficios.
Se escucha bastante a menudo, que los “planes sociales y y la percepción de otros derechos, fomentan la vagancia”. Puede ser, como pasa a veces que alguna minoría proceda de esa forma, pero la gran mayoría encuentra en ese sistema una forma de supervivencia mínima, que le permite solventar sus necesidades con la ayuda del estado. Un estado que lejos de desproteger, abriga cobija y protege de algún modo a los sectores empobrecidos y los trata de promover hacia “status” más decoroso y digno.
Por otra parte, ante la gran depresión económica mundial, el proceso anticíclico de la economía implementado por éste gobierno, al volcar al mercado ingente cantidad de dinero, hace que se dinamice la economía, porque éstos grupos beneficiados, no se llevan la plata a “guaridas fiscales”, como lo hacen los más prósperos de nuestra sociedad; sino que “se la gastan toda” en el medio local, estimulando de esa forma el alicaído mercado interno.
Es notable como un partido más que centenario, haya caído en una trampa de la cual seguramente no va a salir indemne, porque sin su ayuda, el PRO, que es una agrupación vecinal, no hubiera podido hacer pie en cuanto a su proyección nacional. Primaron las apetencias locales de ciertos profesionales de la política, que para asegurarse alguna gobernación o intendencia, no dudaron de brindarle gratuitamente su estructura partidaria a un proyecto anti nacional y antipopular, como es el encarnado por el Ingeniero Macri.
En la ciudadanía, desde que elegimos ser nación, se perfilaron dos modelos o sistemas políticos antagónicos entre sí. Uno centralista, portuario, agroexportador, que se apropia de la renta nacional, empobreciendo al interior y el otro federal, que se ve coaccionado por el otro sector. El primero, una minoría rica y ostentadora de su fortuna y el segundo, empobrecido y dependiente del gran capital exportador y especulativo. Antaño fueron sindicados como Federales y Unitarios, hoy se los denomina Peronistas y Antiperonistas, respectivamente.
Pero ocurre que el devenir dialéctico, hizo que alguna parte de la ciudadanía pudo ascender socialmente, gracias y en virtud de un sistema inclusivo, promovido por el radicalismo, primero y luego de la Década Infame, el primer peronismo, que generó su enemigo flagrante: la pequeña burguesía de la ciudad y el campo, mal llamada clase media, que no es otra cosa que empobrecidos con expectativas de burguesía, instaurando ciertos valores simbólicos, así como los oligarcas de principios de siglo, que cuando viajaban a Europa, llevaban una vaca en el barco, para tomar su café con leche, como si estuviesen en su estancia. Esos valores simbólicos fundamentados en el egoísmo acérrimo y odio al supuestamente inferior, hacen que enfrenten en forma indiscriminada a cualquier virtual amenaza a sus valores simbólicos.
No hay que soslayar la influencia de ciertos medios de comunicación, que mediante todo tipo de artimañas mediáticas, influyó de tal manera en la consciencia de cierta parte de la ciudadanía que molesta por algunas, actitudes supuestamente autoritarias de nuestra Presidenta, basada casi exclusivamente en un prejuicio de clase, se puso indiscriminadamente a apoyar al proyecto neoliberal, sin darse cuenta, que ha sido manipulada tan arteramente contra sí misma, que en su odio ancestral contra el diferente; especialmente si ese diferente es morocho, provinciano y empobrecido, que como ya mencionamos, fue el más beneficiado por el oficialismo, no vacila en votar en contra de sus genuinos, legítimos e inalienables intereses.
Sintetizando: La cuestión es simple, u optamos por un proyecto nacional, federal, popular, inclusivo, fundamentado en un estado presente y solidario con los más necesitados o por otro donde se privilegie la concentración y especulación económica de sectores ínfimamente minoritarios, que sin duda utilizarán al estado en beneficio propio. Esa es la disyuntiva de fondo, todo lo demás es anecdótica hojarasca mediática, que confunde y desorienta arteramente a la sociedad. No en vano se dice que “las balas de tinta, son más letales que las de un arma convencional”. A las pruebas me remito, y si no lo creen, verifiquen la realidad. Por tanto, reflexionemos nuestro sufragio, no sea cosa que estemos yendo en forma veloz y desbocada como un potro enloquecido hacia un inexorable “ARGENTICIDIO”.
(*) Este artículo constituyó, en el momento de su escritura, el 10 de noviembre de 2015, una notable advertencia acerca de lo que le podría pasar a la República Argentina en caso de que ganara Mauricio Macri con la ayuda del partido Unión Cívica radical.
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