El negocio del Golpe de Estado amenaza a la Argentina

El nuevo gobierno que asumirá en Argentina, el de Alberto Fernández debe, tras las experiencias acumuladas, prepararse para intentos golpistas de cualquier tipo. Y para eso debe facilitar toda la participación política posible a sus gobernados, controlar la brutales operaciones desestabilizadoras de los medios de comunicación oligopólicos y democratizar las fuerzas armadas.

El negocio de los golpes de estado

El negocio de los golpes de estado

Por Alonso Cide Quijano. Un golpe de Estado es un negocio. La larga historia de los Golpes de Estado en América Latina nos dice muchas cosas, pero una de las cosas que nos dice es que su frecuencia le resta algo de sorpresa y le agrega una suerte de fatalidad ritual. Pareciera que los golpes son parte del folclore político, de la tradición política del continente, y hasta de una opción posible de cambio de gobierno. Al extremo de considerar que un golpe de estado es tan previsible como una elección popular y democrática de autoridades. A tal estado de condicionamiento mental, nos arrastró la batalla periodística que libró y libra, en contra del pueblo, el periodismo mercenario y oligopólico, en gran medida corrompido por países con gran poder, a través de cómplices nativos.

Ningún golpista va a reconocer que es golpista. En las cárceles, abundan los presos que admiten que son ladrones, casi con orgullo profesional. Pero los golpistas, jamás. Un preso, entonces, tiene al menos el coraje de no ocultar su actividad delictiva, pero un golpista será siempre un cobarde por no admitir que es un golpista. Un golpista es un sujeto vergonzante.

Si lo consideramos de este modo, podríamos suponer que no existen los golpistas. Un ferviente partidario del golpe de estado, hablará de democracia todo el tiempo, muchas veces más de lo normal. Es que el tipo se siente golpista y sabe que, mientras habla, debe permanentemente ocultar su siniestra inclinación. Entonces se la pasa vomitando honestidad, democracia, república, estado de derecho. El tipo está en un asado con amigos y hace comentarios tales como: «qué buena carne se consigue en democracia». Todo el tiempo tratando de demostrar que no es lo que en realidad es. Si por ejemplo se anima a decir que, en Argentina fue gracias a la dictadura que se derrotó al comunismo, lo que sucede es que ni los mismos que piensan como él, saldrán en su defensa, aunque en muy privado le digan que es un pelotudo por haber dicho lo que pensaba. Los golpistas son pusilánimes.

Durante la última dictadura cívico, militar y eclesiástica, muchos ricos terratenientes e industriales, además de profesionales encumbrados e instituciones elitistas, se aferraron a las botas de los militares que ellos empujaron a la aventura de resguardar e incrementar sus fortunas, al tiempo que consolidaban su Argentina soñada con olor a bosta y sangre barata, agro exportadora y extractivista; su Argentina soñada, de muchos menos habitantes. Una Argentina con gran mayoría de muy pobres, al servicio de muy pocos ricos. Pero cuando volvió la democracia, todos estos ricos abandonaron a los militares devenidos genocidas y que habían usado como forros en la defensa de sus mezquinos intereses. Ningún rico salió en defensa de ellos, los negaron y los abandonaron, como Pedro negó a Jesús, mientras los milicos eran juzgados, con todas las garantías del derecho, condenados y encarcelados.

Coincidimos con Curzio Malaparte, en que un golpe de estado es una cuestión técnica más que política, en un sentido restringido; o más que ideológica, mejor dicho. Pero además, podemos considerar a un golpe de estado, al menos teóricamente, como un acto de guerra, una puja por el poder, detrás de la cual hay un negocio. O sea que podemos considerar a un golpe de estado como un negocio.

Estamos aferrados demasiado a considerar un golpe de estado con cierto romanticismo y mucho más romántica su prevención o la lucha contra él para evitar que logre sus propósito.
Una de las lecciones que debemos aprender, es que las mejoras sociales, el bienestar logrado, las instituciones fortalecidas y el reconocimiento universal de que en un país se superaron importantes niveles de desigualdad, no bastan como para garantizar la supervivencia de un gobierno. Cuando la conspiración para ejecutar un golpe se pone en marcha, absolutamente nada que tenga que ver ni con el deseo profundo de las mayorías ni con el bienestar que hayan alcanzado, importará.

Se necesita primero una conspiración.
Una conspiración es el acuerdo -por lo general secreto o casi secreto- convenido entre varios individuos y/o instituciones con el fin de obtener algo determinado. Una conspiración puede perseguir un fin condenable, como por ejemplo la conspiración que logro protagonizar un Golpe de Estado en EEUU, asesinando al presidente Kennedy. O una conspiración puede perseguir un fin justo, como la protagonizada por partidarios de nuestra independencia a partir de 1808 y en un lugar casi legendario, conocido como «Jabonería de Vieytes«.
Ahora bien, ¿quien se anima a reconocer y declarar que el desplazamiento del poder real de España por un poder criollo con ánimos de independencia, y más allá de toda otra consideración histórica, fue un Golpe de Estado?

El tema da para mucha cuerda, pero lo que debe interesar a los argentinos, en el momento que le toca vivir, es que llegar al poder, de la manera que sea, es mucho más fácil que conservar el poder. Que deben alejar toda consideración romántica acerca de la democracia y de su defensa.

Los golpistas que, como ya sabemos, jamás se reconocerán como tales, nos dicen que lo importante es el diálogo, los acuerdos, etc. Y cacarean también diciendo, que respetan las ideas de los otros. Y como los hechos muestran que no es así porque no condenan los golpes, creemos que es hora de que abandonemos ideas abstractas sobre la democracia y el poder y nos empecemos a preguntar, ¿por qué carajo tengo que respetar las ideas del otro? Cuando un gobierno como el de Mauricio Macri en complicidad con la Unión Cívica Radical y la Ciolaición Cívica ARI, promueve la desocupación deliberadamente para bajar los salarios, cuando un gobierno le quita la posibilidad, a propósito, a los jubilados, de mantenerse con vida con los medicamentos que necesita, cuando un gobierno no garantiza, a propósito, la supervivencia y el desarrollo correcto a los niños que nacen… Cuando un gobierno ejecuta de esta manera a los ciudadanos que jura defender y cuidar… está expresando con claridad lo que piensa, está llevando a la práctica sus ideas de exterminio. Entonces, nuevamente: ¿por qué carajo tengo que respetar sus ideas?

Uno de nuestros problema centrales -y ya lo hemos tratado varias veces- es la representación de la voluntad popular. Mediante la mecánica actual del voto periódico, el que elige delega su voluntad política. Así, la soberanía popular se desplaza a sus representantes, quienes. de esta manera, adquieren un poder inmenso. Detrás de cada representante, además, hay un partido político, por lo que la representación se diluye cada vez más. Así, lo que pierde el ciudadano, casi sin darse cuenta, es PARTICIPACIÓN POLÍTICA. Queda a merced de las resoluciones y estrategias partidarias y del MERCENARIO PERIODISMO oligopólico. Peor situación no puede imaginarse para el pueblo.

Que un golpe de estado sea una cuestión técnica, quiere decir que está relacionado a procedimientos específicos que tienen como meta, un resultado determinado. Al ejecutar ciertas técnicas, se sigue un conjunto de reglas y normas que se convierten en pasos para obtener un fin.

Por eso Malaparte afirma que en cualquier país democrático, dar un golpe de Estado es una cuestión técnica y posible, aún con una buena situación económica -y muchas veces por esa misma razón- y sin el apoyo del pueblo. Un grupo de conspiradores que paralice la maquinaria estatal o la torne caótica, controle el aparato represivo armado y concentre su fuerza esos puntos débiles que son los servicios públicos y los medios de comunicación, tendrá éxito asegurado.
Pero detrás de la cuestión técnica, que abre el camino del golpe, está el objetivo supremo e inconfesado, el del negocio. Y un negocio es la lucha que conduce a un beneficio, o sea, al dinero.

Los argentinos y el resto de los pueblos latinoamericamos debemos entender, antes que nada, estas técnicas tendientes a robarnos nuestra democracia. El nuevo gobierno que asumirá en Argentina, el de Alberto Fernández debe, tras las experiencias acumuladas, prepararse para intentos golpistas de cualquier tipo. Y para eso debe facilitar toda la participación política posible a sus gobernados, controlar la brutales operaciones desestabilizadoras de los medios de comunicación oligopólicos y democratizar las fuerzas armadas. Con respecto a las FFAA, debe fortalecer dos ideas centrales: las FFAA argentinas están para proteger y defender la soberanía del pueblo, ya que es a quién se deben, exclusivamente de cualquier agresión extranjera. Además, debe promover, de inmediato, la revisión de su formación intelectual y práctica, para obtener soldados continentalistas, racionales defensores de nuestra soberanía y consubstanciados con las necesidades de las mayorías populares que, conjuntamente con ellas, son la base del verdadero desarrollo de una nación independiente e integrada regional y continentalmente.

Artículo enviado por el autor para su publicación / «El Tiempo Me Enseñó«

Tags: , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Compartir:

GoogleRSS

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.