Sexo y groserías

Las vulgaridades, al ser construcciones culturales, van cambiando de estatus con el tiempo; hay términos que ya no están proscritos y se han convertido en muletillas.

Ilustración de Daniela Carvalho

Ilustración de Daniela Carvalho

Por Margarita Rosa de Francisco. ¿Por qué será el sexo una obsesión para la moral? ¿Por qué es tan conflictuante nombrarlo?

“A los frustrados, impotentes y frígidas les digo que se hagan la paja y orinen antes de acostarse”. Esto recomendó mi admirada Amparo Grisales en un video, ya hasta la madre de aguantar insultos, me imagino, como nos pasa a todos los que asomamos la cara por las redes. No faltaron los que se aterraron con la vulgaridad de la frase en boca de una mujer a la que “no le queda bien responder con la misma bajeza de sus atacantes”. Otros, más benévolos, dijeron: “Ella no tiene necesidad de expresarse de esa manera”.

A mí, en cambio, la anécdota me divirtió y me hizo preguntarme varias cosas. ¿De dónde vienen las groserías? ¿Qué expresiones o qué palabras son vulgares? Las vulgaridades, al ser construcciones culturales, van cambiando de estatus con el tiempo; hay términos que ya no están proscritos y se han convertido en muletillas.

Aunque la intención es lo que altera su efecto más o menos insultante, algo que sí tienen en común la mayoría de las groserías es su alusión a lo sexual, cuya carga es aún mayor que las que se refieren a lo escatológico. También esa carga tiene más o menos peso según el contexto en el que se utilicen; incluso palabras inofensivas como ‘gallo’, ‘polvo’ o ‘paja’ se transforman en monstruos a la sombra de la connotación sexual. ¿Por qué será el sexo una obsesión para la moral? ¿Por qué es tan conflictuante nombrarlo?

Las vulgaridades, al ser construcciones culturales, van cambiando de estatus con el tiempo.

El origen de lo soez relativo al sexo quizás sea metafísico. La cruel contradicción de que en el sexo como símbolo se concentren de un solo tacazo nuestra causa de vida y su consiguiente condena de muerte es un misterio tal que no puede sino generar mitos que nuestra imposibilidad de comprender sacraliza arbitrariamente y que profana cuando resuelve reírse de la solemnidad de semejante tragedia. ¿Será muy rebuscada mi teoría?

En cuanto al mensaje de Amparo, no fue ofensivo ni en el tono ni en el contenido. La mano de injurias que nos dedican casi a diario superan las fronteras de lo sagrado y lo profano, evidencia de que el circo de las redes no constituye un ambiente precisamente formal como para lamentar con tanta gravedad que, alguna vez, usemos el lenguaje de la calle. Pero, fuera de chiste, instar a algunos ciudadanos insatisfechos a masturbarse, lejos de un insulto, me parece un muy buen consejo, aunque no suene elegante. Por lo menos la van a pasar mucho mejor que si los mandan a comer m…

Fuente: Latinoamérica exuberante

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