Murió Piglia

Ricardo Piglia: "Siempre he tratado de pensar por qué ciertas cosas se aceptan como dadas y por qué hay un sentido común tan establecido. Este es el trabajo del escritor y lo podemos ver en cualquier ejemplo: sin duda que era muy común leer una obra de caballería en los tiempos de *Miguel de Cervantes*, pero él dio una vuelta polémica al tema.

Murió el escritor Ricardo Piglia.

El narrador y ensayista argentino Ricardo Piglia murió hoy 6 de Enero del 2017.

El escritor y crítico argentino Ricardo Piglia ha fallecido en Buenos Aires a los 75 años; padecía esclerosis lateral múltiple (ELA), enfermedad que le fue diagnosticada en septiembre de 2013.

Piglia, considerado uno de los mejores exponentes de una nueva época narrativa argentina, nació el 24 de noviembre de 1941 en la localidad bonaerense de Adrogué. En 1955, el autor abandonó su lugar natal para instalarse junto a su familia en la ciudad de Mar del Plata, unos 400 kilómetros de Buenos Aires, donde descubrió el mundo literario. El propio escritor explicó que la mudanza se debió a «una historia política, una cosa de rencores y odios barriales», que obligaron a la familia a buscar un nuevo hogar.

Años más tarde, se instaló en Buenos Aires. En 1967, publicó su primer libro de relatos, La invasión, que mereció una mención especial en el Séptimo Concurso de Casa de las Américas, con un jurado integrado por los autores Mario Benedetti, Enrique Lihn, Jesús Díaz y Dalmiro Sáenz. Ocho años después, en 1975, el escritor lanzó su segundo texto de relatos, Nombre falso, que fue traducido al francés y al portugués.

A estos textos le siguieron la popular Respiración artificial (1980), el ensayo Crítica y ficción (1986) y Prisión perpetua (1988). Pese al tiempo transcurrido entre una publicación y otra, Piglia nunca paró de escribir. En 1992 publicó la novela Ciudad ausente, cuyo texto sirvió de base para el texto de una ópera realizada tres años más tarde con música de Gerardo Gandini.

La obra de Piglia también llegó al cine gracias a la película Plata quemada, basada en su libro homónimo. El filme se estrenó en 2000, con la dirección de Marcelo Piñeyro y las interpretaciones de Pablo Echarri, Leonardo Sbaraglia y Eduardo Noriega. El filme obtuvo en España el Premio Goya 2000 al mejor largometraje extranjero de habla hispana.

El libro había ganado en 1997 del Premio Planeta, dotado de 40.000 dólares, a raíz de la decisión unánime del jurado integrado los escritores Augusto Roa Bastos, Mario Benedetti, Tomás Eloy Martínez y María Esther de Miguel. Sin embargo, Piglia y la editorial fueron condenados años más tarde por la Justicia argentina por la manipulación del concurso literario.

Tras un extenso recorrido por los tribunales, la Corte Suprema de Justicia del país sudamericano rechazó en 2005 la apelación de Piglia y la editorial, por lo quedó firme un fallo que los obligó a pagar una indemnización de 10.000 pesos (unos 2.630 dólares) por manipulación del concurso. La reclamación la hizo el autor Gustavo Nielsen, uno de sus participantes.

El escritor demandante ha afirmado que Planeta buscó que Plata quemada resultara ganadora del concurso para darle publicidad a Piglia, quien ya estaba vinculado con la editorial. Planeta indicó sin embargo que el galardón fue otorgado «con justicia» y consideró «arbitrario» el fallo.

Admirador del El oficio de vivir, los diarios de Cesare Pavese, Piglia también recibió otros galardones como el Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso, que otorga la universidad chilena de Talca. El autor obtuvo en octubre de 2005 el reconocimiento, dotado de 20.000 dólares, una medalla y un diploma. El escritor se unió así a otros colegas que ya habían recibido el galardón, como el mexicano José Emilio Pacheco, la chilena Isabel Allende y el peruano Antonio Cisneros, entre otros.

El autor también ha dedicado su carrera a la publicación de críticas y ensayos sobre Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Domingo Faustino Sarmiento, entre otros escritores argentinos. Además, ha ejercido como docente de la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad de Princeton y en la Universidad de California.

En septiembre de 2010 presentó en Barcelona Blanco nocturno, ambientada en la llanura argentina, aborda una trama llena de traiciones y pasiones. Por esta obra fue galardonado con el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, en su XVII edición, en agosto de 2011. Además, por esta misma obra obtuvo el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett 2011 (Semana Negra de Gijón) y el Premio Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas (2012).

Entre los últimos galardones, cuenta con el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas (2013) y Premio Formentor de las Letras, en septiembre de 2015.

Poco antes, en 2015 publicó Los diarios de Emilio Renzi. Piglia había manifestado que continuaba trabajando en una serie de relatos protagonizados por el comisario Croce, personaje de su novela Blanco nocturno.

Sin Ricardo Piglia

Por Jorge Halperín. Lo primero que me viene a la mente, más allá de los encuentros periodísticos que mantuvimos al cabo de años, son los pasajes de El último lector, un magnífico ensayo, en particular los dedicados al Che Guevara lector.

Piglia ausculta con su penetrante agudeza al personaje cuyo compromiso con la revolución lo ubicó en la movilidad perpetua –nada menos apropiado para un lector–, y que, sin embargo, hasta en su trágico final en Bolivia, ya sin fuerzas, lleva libros encima. Cuando es detenido en Ñancahuanzu lo único que conserva (porque ha perdido todo, no tiene ni zapatos) es un portafolio de cuero, que tiene atado al cinturón, en un costado derecho, donde guardaba su diario de campaña y sus libros.

Piglia admira a ese lector contra toda adversidad y lo compara con otro revolucionario, y lector extraordinario, sometido, en cambio, a la inmovilidad: Antonio Gramsci.

Dice que Gramsci es el ejemplo opuesto y simétrico al del Che. Fue el político separado de la vida social por la cárcel, que se convierte en el mayor lector de su época. En prisión Gramsci lee todo el tiempo, lee lo que puede, todo lo que logra filtrarse en las cárceles de Mussolini. El mismo decía que leía por lo menos un libro por día. Está siempre pidiendo libros y, dice Piglia, de esa lectura continua, de ese hombre sólo, inmóvil, aislado, en la celda, nos quedan los Cuadernos de la cárcel, comentarios extraordinarios de esas lecturas. Siempre me imaginé que Ricardo Piglia se sentía en parte en la piel de Gramsci (hasta le encuentro un parecido físico), en su caso moviéndose poco para “teletransportarse” por los libros. Y fue, más allá del gran narrador, nuestro gran lector, el hombre que nos legó nuevas formas de descifrar nuestra cultura. Un faro que sigue iluminando.

Ricardo Piglia: «soy un escritor polémico»

Así se definió uno de los más grandes críticos de la literatura argentina en una entrevista con LA GACETA, en abril de 2008.
En una entrevista realizada por la periodista Irene Benito para LA GACETA, el novelista argentino Ricardo Piglia se definió como un «escritor polémico» y aseguró que las muestras de afectos que recibiá en los últimos años reflejaban su aporte para una discusión más amplia sobre la situación actual de la cultura.El novelista, ensayista y académico argentino Ricardo Piglia se desplaza con naturalidad por la distinguida sala «Julio Cortázar» de la Casa de América, el centro cultural hispanoamericano que desde el lunes le dedica la tradicional «Semana de Autor». El escritor bonaerense, que tiene 67 años, está a sus anchas en el rol de protagonista del palacete madrileño, aunque confiese que se siente sorprendido.¿Cómo llegó Piglia a esta condición de autor mimado en España? El homenajeado ensaya una explicación: «mis escritos han tenido aquí una recepción muy generosa; han encontrado un grupo de lectores muy apasionado.Esta reunión es una consecuencia de ello». No obstante esa apreciación, enuncia que lo más valioso de esta semana de festejos es la posibilidad de que un escritor se convierta en un pretexto para discutir los problemas de la literatura latinoamericana y española. «Me halaga saber –asegura- que lo que escribí sirve para una discusión más amplia sobre la situación actual de la cultura».

Fotógrafo esencial de Buenos Aires

«Piglia escribe para averiguar los datos del relato; para permitir que esta hora cambie su contenido por lo que ha ocurrido hace mucho tiempo. En él la ficción antecede a la realidad: es el fótografo esencial de Buenos Aires», describía con devoción el escritor mexicano Juan Villoro durante la jornada de apertura de esta Semana de Autor. Villoro integra el grupo de intelectuales convocados para debatir la obra del creador de «Respiración artificial», que también componen el músico Gerardo Gandini, y los autores Benjamín Prado, Alan Pauls y Pablo de Santis, entre otros. El homenaje concluirá con una tertulia necesariamente dedicada al tango.

Piglia sonríe a menudo y no disimula su alegría. «¿Por qué ocurren estas situaciones?», se pregunta a si mismo y, sin pausa, se contesta: «porque me las estoy mereciendo, por eso. Cuando uno llega a cierta edad, comienzan a aparecer este tipo de actos». El escritor, sin embargo, declara que no corre el riesgo de caer en el narcisismo, un defecto que sí advierte en muchos colegas. «Hay escritores que son narcisistas y muy autorreferenciales y, aún así, son buenos escritores. Y están los narcisistas y autorreferenciales que son pésimos autores», expone. Y pese a que su apariencia impertérrita predica sobre la tranquilidad de su espíritu, añade: «en mi caso, este homenaje ha surtido el efecto de ponerme incómodo. Es muy difícil estar presente mientras otros hablan de uno». El novelista argentino dibuja círculos con las manos mientras expresa que siempre intenta diferenciar el momento de la escritura del momento del reconocimiento: «ciertos escritores confunden una cosa con otra. A muchos de ellos les gustaría publicar y tener éxito, aunque no escribiesen. Si los escritores pudiesen hacer un pacto con el diablo, no sería para escribir libros, sino para ser reconocidos». Piglia, sin embargo, se ubica a si mismo entre los autores que ponen toda la energía en el momento de la escritura. «Es ahí donde buscamos el sentido de lo que hacemos; quizá porque sabemos que muchos libros y autores extraordinarios no han logrado el reconocimiento que merecen, y, contrariamente, muchos autores oportunistas y deplorables consiguen mucho éxito. No es posible establecer una relación directa entre el efecto que una obra produce y la calidad de esa obra», formula.

Si 2005 no fue un año fácil para el autor de «Plata quemada», 2008 se presenta como el tiempo para las revanchas y para el regreso a la difusión pública de su quehacer literario. La Semana de Autor, en Madrid, es el episodio internacional de un retorno que también tendrá un capítulo nacional cuando, el próximo 24 de abril, Piglia pronuncie el discurso inaugural de la Feria del Libro en Buenos Aires. Al respecto, anticipa: «para esa ocasión quiero escribir algo diferente. En general, soy un escritor polémico y valoro a esos colegas que son capaces de descubrir cosas nuevas o de decir las cosas de una manera novedosa, como nunca antes habían sido dichas». Piglia comenta que fue elegido para inaugurar el tradicional acontecimiento literario porteño porque su último libro se llama –con perdón de la redundancia- «El último lector». «Y, justamente, la feria de este año está dedicada al espacio del lector», razona.

Pero enseguida vuelve a la concepción de lo polémico. Agrega: «siempre he tratado de pensar por qué ciertas cosas se aceptan como dadas y por qué hay un sentido común tan establecido. Este es el trabajo del escritor y lo podemos ver en cualquier ejemplo: sin duda que era muy común leer una obra de caballería en los tiempos de *Miguel de Cervantes*, pero él dio una vuelta polémica al tema. Y lo logró: escribió ese libro maravilloso que es ‘El Quijote'». Piglia prolonga la reflexión en un gesto pensativo, pero, merced a un movimiento abrupto, regresa al escenario de la Casa de América, donde, por estos días, desempeña un inequívoco –y muy asumido- papel de escritor principal.

Fuentes: El MundoPágina12 y La Gaceta

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