Odio a los indiferentes
Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar
Por Antonio Gramsci. Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano (luchador o combatiente contra la injusticia). La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.
La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?
Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Soy partidista (tomar partido), estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.
11 de febrero de 1917
Notas:
[1] Publicado en La Città futura, 1, febbraio del 1917:1-1
[2] Cfr. Friedrich Hebbel, Diario, trad. e introduzione di Scipio Slataper, Carabba, Lanciano 19I2 (“Cultura dell’anima”), p. 82: “Vivere significa esser partigiani” (riflessione n. 2127). Questo stesso pensiero di Hebbel era stato pubblicato nel numero del “Grido del Popolo” del 27 maggio 1916, insieme con le seguenti due “riflessioni” tratte dalla medesima opera: ” 1. Un prigioniero è un predicatore della libertà. 2. Alla gioventù si rimprovera spesso di credere che il mondo cominci appena con essa. Ma la vecchiaia crede anche più spesso che il mondo cessi con lei. Cos’è peggio? ”
Traducción: Hugo R. Mancuso
No creo que haya muchos indiferentes, si hay gran cantidad que se disfrazan de indiferentes solo por conveniencia personal, especulan y estan a las expectativas para maniobrar segun su interés para caer bien parado. Como estan los «panqueques» que se comprometen de un lado o de otro sin ponerse colorados, estan los «panqueques silenciosos» autodenominados indiferentes.
Estimados quisiera contarles que La ciudad futura fue publicado por la editorial Gorla.
En 1917 hacía sólo 18 años desde el descubrimiento de la penicilina, prácticamente no existía la producción industrial de vacunas ni de antibióticos, toda la humanidad apenas sobrepasaba los mil millones de especímenes.
Hoy, con más de siete mil millones de nosotros, androides que del cuello para abajo tienen cuerpo humano y del cuello para arriba un televisor, sostenidos a fuerza de vacunas y antibióticos, sin los cuales no estaríamos vivos y sin más propósito que estirar su uso como consumidores, me pregunto si Gramsci, en su lucidez, odiaría a los indiferentes, o a los humanos contemporáneos.
Odio a los que dicen no ser indiferentes, pero continúan actuando como si lo fueran.
Yo me sentía mal,ODIANDO a los indiferentes,pero no podía evitarlo Hoy a mis 71 años siento lo mismo a lo que sumó una gran tristeza por no haber hecho mas