Este es un país de mierda y el Síndrome de Münchhausen
Pero, ¿y si fuera verdad? ¿Si los argentinos fuéramos lo peor del mundo, los más desorganizados, los más corruptos, los más impuntuales? Es, al menos, lo que te dicen a diario periodistas, gente con prestigio, libros editados, admiradores, clubes de fans.

Jorge Lanata, Mirtha Legrand y Marcelo Longobardi, tres opinadores mediáticos que promueven la aparición, entre la población, del Síndrome de Munchhausen.
Por Javier Chiabrando. Acabo de descubrir que este es un país enfermo. Entonces se me fueron las ganas de escribir. Al fin, lo que dicen los gloriosos defensores de la democracia con alternancia y sobre todo con neoliberalismo, tenían razón: este es un país enfermo. Y los que vivimos en él, también. Voy a tener que pedir perdón a los tipos que chicaneé desde estas páginas, a los que caricaturicé, a los que dejé a la altura de un poroto con mi pluma ácida y mi menefreguismo chiabrandista. Ellos tenían razón. Yo no.
El síndrome de Münchhausen es un término que se emplea para describir a pacientes que fingen enfermedades complejas, pero que no pueden catalogarse de simuladores ni de histéricos, ya que si bien son conscientes de sus actos, y saben que fingen la sintomatología, no pueden dar razones para su accionar.
El consumo de medicamentos es una cuestión cotidiana en nuestra sociedad, esto ha llevado a la aparición de pacientes con enfermedades complejas ficticias, pero sin ser histéricos ni simuladores, si bien son conscientes de sus actos, no tienen argumentos para lo que hacen. Esta afección se denomina síndrome de Münchhausen.En 1951, Ascher introdujo el término síndrome de Münchhausen, para describir a los pacientes que confeccionan historias clínicas con síntomas fingidos y evidencias de enfermedades nada convincentes, que se someten a chequeos, operaciones y tratamientos innecesarios, incluso con riesgo de su propia vida. Esta denominación se inspira en la figura del Barón Kart Friedrich Hieronymus Von Muünchhausen (1720-1797), que fue un soldado germano, conocido por sus relatos de hazañas increíbles y fantasiosas. – Apuntes de Psicología.
La revelación comenzó así. Llegué del evento de literatura «Córdoba Mata» agotado. Sin saber qué escribir. Aburrido de la coyuntura. Harto de Nisman, del corralito, de las PASO, de las caras de los candidatos. Ni siquiera burlarme de Niembro o de Fayt me motivaban. Bueno, me dije, hora de dejar la gloria a otros. Que otros se lleven los elogios y las admiradoras. La culpa era de este país de mierda que no se organiza como yo quisiera, que no obedece mis planteos, que no se encolumna detrás de mis ensoñaciones.
Lo mío no era cansancio físico. Eso se cura durmiendo. Era un cansancio metafísico, el que te agarra tarde o temprano por vivir en este país. Era cansancio de ser argentino. Hartazgo de ser parte del culo de mundo, del país de la fanfarronada, del ego sobredimensionado. Chiabrando estaba enfermo. Pero no por culpa suya, ni por andar de joda hasta la madrugada. Chiabrando estaba enfermo por ser argentino.
Buscando paz dormí abrazado a mi pasaporte italiano. Me desperté con ganas de vender las botas de potro y las bombachas de gaucho que uso cada 25 de mayo. Me bastó mirar por la ventana y ver una porción de Argentina -nada menos que el sauce llorón que tengo en el patio-, para volver a deprimirme. Viendo que se avecinaba de nuevo la angustia argenta, es decir la más grande angustia de la tierra, me tomé un par de aspirinas. Después unos mates con cedrón. Al fin dos whiskies. Nada, excepto flojera de estómago. La angustia de vivir en este país de mierda no se me iba.
Llamé a dos médicos, un sicólogo y una bruja, amigos que me ayudan en los momentos de desconcierto. A dos de ellos tuve que levantarles yo el ánimo diciéndoles que el país y la familia no se eligen. Uno lloró por teléfono. Lloraba por ser argentino, obvio. No podía consolarlo. Mientras él lloraba me serví otro whisky. En la televisión sin volumen pasaban noticias internacionales. Comencé a recitárselas a mi amigo para que dejara de llorar: africanos que se ahogan en el Mediterráneo, desocupación en España, guerra en Siria, quilombos en la franja de Gaza, racismo en EEUU.
Él me contestó que no era nada comparado con la tragedia de los qom, que acá la desocupación es del doscientos por ciento, que hay guerra porque salís a la calle y no sabés si volvés, que franja se dice en árabe pero en castellano se dice grieta y que el racismo en argentina es el peor del mundo por los bolivianos y peruanos que vienen a matarse el hambre. Uno de los dos colgó. Debo haber sido yo. Curiosamente, me sentí curado. Por las dudas me tomé otro whisky. Y me puse las botas y las bombachas de gaucho como dispuesto a bailar un malambo.
Como si no fuera poco el dulce de leche, la birome, la rabona, el tango, el colectivo y el choripán, ahora inventamos una enfermedad nueva: el Síndrome de Münchhausen Colectivo. Tomá mate, me dije. Y me tomé otro whisky.
Atacado por una argentinidad exhibicionista, es decir el mayor exhibicionismo del mundo, salí a la calle mate en mano y tarareando Merceditas. Pasó un vecino a caballo, escuchando a Larralde en un radiograbador. «¿Combatiendo el Münchhausen colectivo, don?», me gritó. Pensé que estaba repitiendo una letra de Larralde, pero era imposible porque no había rima posible para semejante palabrota. Con el último mate, ya lavado, entendí. El país está enfermo de Münchhausen, y yo, por un instante, sólo por un instante, pero un instante argentino, que puede ser la eternidad misma, lo estuve también.
El síndrome de Münchhausen es un trastorno mental donde el enfermo se crea dolores porque le gusta verse enfermo. Incluso el enfermo se lastima buscando veracidad. Es una forma de llamar la atención dando lástima. Hay enfermos que van al hospital a cada rato y quieren ser operados de cualquier cosa. ¿Existe el Münchhausen colectivo? Existe porque lo inventamos los argentinos, que somos los más grandes inventores del mundo. Como si no fuera poco el dulce de leche, la birome, la rabona, el tango, el colectivo y el choripán, ahora inventamos una enfermedad nueva: el Síndrome de Münchhausen Colectivo. Tomá mate, me dije. Y me tomé otro whisky.
¿Quién creó el mal? Vaya a saber uno. Es un mal colectivo, que se alimenta de repeticiones incesantes en peluquerías y colas del banco. No se puede saber cuándo nació como tampoco se puede saber cuándo aparecieron los juanetes. Pero un día el Münchhausen Colectivo estaba ahí. Quizá fue inoculado a un argentino del pasado por un comando iraní-venezolano, y de ahí pasó a su familia, a sus amigos, amigos de amigos, y ya fue incontenible. El resultado es visible. La gente que vive en un país como cualquier otro, incluso mejor que muchos, adora creer que vive en el peor país del mundo, y así como el enfermo de Münchhausen va al hospital, el argentino enfermo de Münchhausen Colectivo va a buscar la cura a los cuarteles, al FMI, al establishment económico, a la sociedad rural, a la justicia cómplice, a los golpistas. Después aparecieron los que hacen negocios. Entendieron que un país tan desvalorizado por sus habitantes era fácil de comprar, de dominar. Que se podía comprar barato y vender caro. Que si era necesario, a la enfermedad colectiva le podían meter un poquito de violencia, de muerte, porque a pesar de eso las víctimas iban a volver a ellos a pedir ayuda porque el Münchhausen es así, te hace sentir enfermo y cuando uno se siente enfermo pide ayuda a cualquiera, incluso al que te cagó repetidamente. Entonces la enfermedad pasó a su segunda fase, la de la infección aguda. Y el síndrome se propagó hasta el infinito, que en Argentina es infinito al cubo.
Pero, ¿y si fuera verdad? ¿Si los argentinos fuéramos lo peor del mundo, los más desorganizados, los más corruptos, los más impuntuales? Es, al menos, lo que te dicen a diario periodistas, gente con prestigio, libros editados, admiradores, clubes de fans. Quizá sea verdad. Dicen que acá la justicia es la peor del mundo. Que Videla haya muerto en la cárcel mientras que el Rey Leopoldo II de Bélgica, que mató a diez millones de personas, haya muerto en su cama rodeado de su familia, es la excepción que no es regla. Dicen que no somos tan organizados como los suizos. Es verdad, los suizos no solo cuidan lo suyo sino también las riquezas de los grandes ladrones de la tierra y lo que los nazis le afanaron a los judíos.
Dicen que no somos tan productivos como los norteamericanos. Dicen que no somos serios como los franceses. Que algunos franceses se hayan asociado a los nazis para no quedar fuera de onda, ¿viste? y mandaran a morir a los campos de exterminios a gente peligrosa como la gran escritora ucraniana judía Irene Nemirovski no cuenta, ya prescribió. Dicen que no somos tan divertidos como los españoles. Claro, joder. Nada más divertido que ver morir a un toro atacado por lanzas, caballos y espadas.
Dicen que los argentinos inventamos el peronismo y por eso nos merecemos el infierno.
Dicen que acá se vive la peor violencia del mundo. Por supuesto, está en el prime time cada noche. En cambio la bomba atómica o meter millones de personas en un horno por tener nariz grande es una foto vieja, sepia, de película clásica. Curiosamente, cuando mencionan la violencia argentina no ponen como ejemplo la dictadura. Porque la dictadura la ejercieron aquellos a los que los enfermos de Münchhausen colectivo le fueron a pedir ayuda. Entonces no cuenta. Fue como un remedio que tiene mal gusto, que hace doler. El enfermo aceptó que le pusieran esa inyección. Es más, rogó que se la dieran sin importar las consecuencias.
Dicen que los argentinos inventamos el peronismo y por eso nos merecemos el infierno. Pero si les recordás que los argentinos no inventamos el fascismo, ni el nazismo, ni el peor capitalismo asesino, te van a decir que el peronismo es fascista, nazi, capitalista y estalinista, todo al mismo tiempo. Dicen que somos intolerantes. Pero si intercalás que acá no expulsamos a los extranjeros como perros sino que los aceptamos e integramos con naturalidad te van a decir que hacemos mal, que a los bolivianos y peruanos sí habría que sacarlos cagando.
¿Habrá cura para el de Münchhausen colectivo? Lo dudo. Hoy mismo hay una gran cantidad de gente pidiendo soluciones al que ya nos empomó una y otra vez. Y le quieren pagar con la democracia misma. «Tome, Señor FMI, tome, Señor Millonario, tome, Señor Yanqui, llévese esta democracia que no sirve para una mierda, y denos inyecciones que duelan durante décadas. Acá, en el culo, sí, acá, del otro cachete también, no sea cosa que no me duela lo suficiente. No nos ahorre dolores, que los argentinos, a la hora de aguantar, somos los más aguantadores del mundo y sus satélites».
Para encontrar una cura habría que vacunar a toda la gente, y digo a toda, incluido yo, con una vacuna que aún no se inventó. Sería algo así como la vacuna del optimismo colectivo. O de la felicidad colectiva. O sumarnos a una campaña bajo el lema: «a coger que se acaban los males». Y luego esperar a que suceda lo que los médicos llaman efecto rebaño, es decir que la cadena de la enfermedad se corte hasta desaparecer, o al menos diluirse. Lo veo difícil: ¿de qué hablaríamos en la peluquería y en la cola del banco?
En Córdoba Mata interpelé a escritores extranjeros. Había de Cuba, Italia, España, México, Colombia, Panamá, Uruguay, Chile, etc. Todos tenían motivos de queja, pero ninguno se acercó a la posibilidad de decir que su país era una mierda. Manifestaban contradicciones, malestares, presentes complicados. Nadie dijo, como dice cualquier argentino a cada rato, que su país es una basura. Creo que en ese momento encontré un consuelo. Si hay un solo país enfermo del Síndrome de Münchhausen colectivo en la tierra, esos somos nosotros. Si hay que ser los peores del mundo, perfectos en su maldad, en su imbecilidad, en su idiotez, entonces lo seremos. No es poca cosa. Quizá la historia nos recuerde así. Algo es algo.
Fuente: Página 12
Excelente y doloroso a la vez, lo cierto esta en estas lineas tan bien escritas. Y yo diriía que la gran culpa la tienen los medios, los poderosos, y sobretodo los que hacemos esto posible, nosotros mismos. A revertir muchachos, y adelante la patria grande latinoamericana !!!!!!!!!!!!!!
Gracias Javier, Usted supo explicar con simpleza algo que los griegos dijeron con cultismos: que la doxa es opuesta a la ratio amigo, y que somos lo que decimos, y si decimos que vamos mal, iremos peor;este es un país fundado sobre el verbo, como el cosmos…la palabra tiene el peso de la verdad, si usamos un discurso desatinado, descorazonado, desatento y des-armonioso, seremos eso. Alguna vez nos dijeron que somos gauchos, que vivimos al día, que con el churrasquito y el mate estamos contentos, de vez en cuando un fogón entre amigos y pa’ qué más? si la tierra acá es generosa… tirás una semillita y crece un ombú…lo malo que la hoja de ombú da diarrea…
Não sei se a síndrome veio daí da Argentina ou foi daqui do Brasil para vocês. O que sei é que a situação aqui é a mesma. TVs, rádios, jornais, revistas…enfim, a mídia toda tem sempre páginas e páginas da editoria «O Brasil é uma merda!», E eles fazem campanhas maravilhosas, como no começo do ano passado, quando pediam no exterior para ninguém vir ao Brasil ver a Copa. e aqui uma campanha: «Não vai ter Copa!». Além de tudo, como há muitos anos eles não ganham uma eleição, estão tentano anular o resultado da última eleição. Em breve acredito que farão uma campanha para anular o resultado de 7 a 1 para a Alemanha!
HAJA PANELA E CAÇAROLA!!!
este Sindrome tambien lo padecen los pibes y pibas de los barrios, todos se creen marginales.
Lo leí, Javier Chiabrando, y creo que las enfermedades también se contagian «mentalmente». Si todos los días alguien te está diciendo que estás enfermo (en infinidad de canales al mismo tiempo-LA LEY DEL MACHAQUE) y si, además, esa enfermedad ya tiene nombre, terminás por creértelo, va….algunos terminan por creérselo. Quienes??? aquellos que no tienen «anticuerpos lógicos», que tienen un Alzheimer basado en la «desmemoria prefabricada» porque les conviene tenerla, o aquellos que, teniendo anticuerpos y siendo memoriosos, sólo consumen T:N:, CLARÍN Y LA NACIÓN, o LOS LEWCOWICH (su real apellido), o a Nelson Castro, porque les dicen lo que a ellos les conviene escuchar o quieren escuchar, porque los favorece en algo, y eso, sí, lo recuerdan muy bien. Claro que son incapaces de sopesar ese discurso con la realidad. Siempre me escucharán decir, AHORA, «ESTE ES EL MEJOR PAÍS «. Además Javier Chiabrando, qué caritas ilustran la nota!!!. Gracias.
Puedo creer q no solo habla como argentino sino tambien como peruano ya q sufrimos lo mismo tenemos algo de identidad de mierda que nos hermana y nos hace iguales de racistas y estupidos cosa que siempre sera favorable para los que dominan. Un saludo.
Muy buena nota Javier, yo soy un optimista irredento pero veo claramente que los medios son a ésta enfermedad como el mosquito al dengue…por eso valoro mucho la TDA, otra visión del mundo…abrazos rengos
ME ENCANTA LA PUBLICACIÓN. ES VERDAD, PARECE QUE SOMOS LO PEORES. ASÍ Y TODO SOY UNA GRAN MASOQUISTA QUIERO SEGUIR VIVIENDO EN ESTE PAIS QUE ALGUNOS CREEN UNA MIERDA. YO LO AMO Y QUIERO SEGUIR SIENDO PARTE DE EL. ME CACHO
Que buen articulo… poner en palabras ese sentimiento constante, doloroso, ver esas caras horribles, horribles amargadas, siempre…
ver lo bien que viven y lo mal que les va(?), si, vivo en una zona privilegiada pero triste muy triste tan triste que casi hacen ganar a un payaso triste… coincido el diagnostico es correcto, pero agregale, per codere, nomas, un poco de esquizofrenia y algo de sociopata y obtenes un cacerolero tipico, ah eso si ponele mucho, pero mucho, saturala de avaricia, que eso, eso, si nos sobra o les sobra, yo soy pobre y vivo bien…