Argentina: paros de elite sin democracia sindical
Hubo una ausencia casi completa de debate para comprender los motivos de la huelga y decidir sus modalidades. Eso se llama democracia sindical. ¿Cuántas asambleas obreras se hicieron antes de decidir el paro? Y esa cualidad ausente es una condición “sine qua non” para calificar de obrero un paro.
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Por Emilio Marín. Cuarto paro contra Cristina es por ganancias y es opositor. Cada sector busca su mejor perfil y desacomodar al adversario, de cara a la población, para justificar sus posiciones. Lo hace el sindicalismo opositor. Y lo hace también el gobierno, que no acierta a atraer de su lado a los trabajadores.
El de hoy va a ser el cuarto paro general enhebrado por gremios y centrales que alguna vez fueron obreras, en contra de Cristina Fernández de Kirchner. El primero fue en noviembre de 2012 y luego hubo dos, en abril y agosto de 2014, cuando los popes del sindicalismo aplicaron los frenos aguardando mejores momentos para parar. Creyeron que en diciembre del año pasado podía ser ideal pues suponían que la presidenta estaría en extrema debilidad, tomada en pinzas por un decaimiento de la economía y muchos saqueos.
Afortunadamente ese pronóstico fue fallido, como si hubiera salido de labios de Elisa Carrió. Hugo Moyano y Luis Barrionuevo no se diferencian mucho de esa pronosticadora de turno cuando hacen la apología de desastres nacionales. Por eso se vieron obligados a que la pausa siguiera hasta hoy.
Hubo una ausencia casi completa de debate para comprender los motivos de la huelga y decidir sus modalidades. Eso se llama democracia sindical.
Poco debate
Hubo una ausencia casi completa de debate para comprender los motivos de la huelga y decidir sus modalidades. Eso se llama democracia sindical. ¿Cuántas asambleas obreras se hicieron antes de decidir el paro? Y esa cualidad ausente es una condición “sine qua non” para calificar de obrero un paro.
Para ver lo desorganizado del trámite, hay que puntualizar que el sector transporte la adoptó hace un par de semanas, pero el Consejo Directivo de la CGT de Moyano se reunió recién el 25 de marzo. O sea que decidió convertir un paro del transporte en uno de carácter nacional, sólo seis días antes de la fecha fijada. Luego se fueron escalonando, con menor tiempo aún de debate, la CTA “Autónoma” de Pablo Micheli y la mentada CGT “Azul y Blanca” del gastronómico Barrionuevo.
La CTA de los Trabajadores, conducida por Hugo Yasky, no adhirió a la huelga, por disidencia con los motivos invocados y sus convocantes, y por afinidad con el gobierno nacional. La CGT de Antonio Caló, oficialista, no pudo consensuar una postura. La UOM que conduce Caló, por ejemplo, dejó en libertad de acción a sus seccionales, lo que fue valorado como una cierta “luz verde” a parar el 31. Otros gremios, como Unión Ferroviaria, se negó al paro. En cambio, la UTA de Roberto Fernández, es promotora a ultranza de la medida. La CGT de los Gordos se dividió y bajó de peso específico en la ocasión.
¿Ir en bicicleta?
Cuál será el alcance de la medida de fuerza tiene una respuesta casi segura: será alto. Ese resultado no parece surgir del convencimiento de las razones y bondades del paro, ni de la calidad de clase de los sindicalistas que lo organizan, sino de algo concreto. En las grandes ciudades, la falta de transporte inmoviliza a los asalariados y no les permite llegar al trabajo. Así se corta la yugular de la circulación de personas o, para decirlo en términos de la patronal UIA y su vicepresidente José Urtubey, se afecta “la productividad”.
El cronista cree que escuchó decir a Omar Maturano, de la Fraternidad, que quienes no quieran hacer el paro pueden ir a trabajar en bicicleta. Pareció una bravuconada o provocación innecesaria, parecida a la que tuvo Micheli en el paro de abril de 2014, cuando sentado a la misma mesa con Moyano y Barrionuevo (más allá estaba Eduardo Buzzi, por entonces titular de la Federación Agraria), dijo: “el transporte no es un servicio esencial y quien quiera ir a trabajar o a carnerear que vaya caminando”.
El problema es que como viene la cosa ni siquiera se aplicaría la letra de la canción de Charly García de “no voy en tren, voy en avión”. No habrá tren, avión, colectivo, combis ni subtes. Por eso Clarín ya saborea la foto de su tapa del miércoles, con una imagen desolada de la avenida de Mayo o la 9 de Julio. Dará así por buena la argumentación de los sindicalistas de que “paró todo el país”, “fue un parazo”, “la gente dijo basta” y otros tercios de verdades que Magnetto venderá como buenas al cien por ciento.
El programa
Otro asunto fundamental que no está absolutamente esclarecido es la bandera de convocatoria al paro de hoy.
La coordinadora de gremios del transporte, convocante original, la fundó contra el impuesto a las ganancias que paga la franja de mejor salario y en que el gobierno nacional se obstina en no elevar el monto mínimo no imponible.
Ese es un debate, sobre si está bien o mal que Axel Kicillof y Aníbal Fernández, hablando por intermedio de ambos la jefa de Estado, mantengan la vara en 15.000 pesos y se nieguen a subirla. Y que del mismo modo obstinado, sean refractarios a la idea de diferenciar más las escalas del impuesto.
Por otro lado la CGT de Moyano, que se ufanó de cambiar un paro sectorial por otro nacional, resumió el programa en el comunicado oficial que reprodujeron sus seccionales: “El Consejo Directivo de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina informa a todas sus Regionales que CONVOCA A UN PARO DE 24 HORAS PARA EL DIA 31 DE MARZO fundamentado en los reclamos que viene desarrollando esta CGT los cuales son la inflación, la desnutrición, el impuesto a la ganancia, el trabajo en negro, la inseguridad, el mínimo vital y móvil, todos estos factores impactan en los trabajadores en general, así mismo este consejo resuelve apoyar el Paro de 24 horas convocado por las organizaciones del transporte para el mismo día”.
En este comunicado moyanista, el impuesto a las ganancias aparece en tercer lugar, ¡detrás de la inflación y la desnutrición! Lo mínimo que podría decirse es que resulta un programa anárquico, porque ubica a la inseguridad o falta de policías en un escalón más alto que el mínimo vital y móvil. Y eso no sería casual: la CGT busca caer simpática a la clase media de los cacerolazos y la feligresía de Nisman, del 18F, por encima de las necesidades de amplias franjas de la clase obrera.
Como ocurrió en las tres medidas de fuerza anteriores, la izquierda trotskista confluye con la burocracia sindical. Y lo hace con sus propias convocatorias, como el grupo político al que pertenece “Pollo” Sobrero, delegado del Sarmiento. “Todos debemos parar contra el ajuste y el robo salarial, para que se prohíban los despidos y suspensiones, para que se reabran las paritarias y contra la criminalización de la protesta”, propuso IS. El tema ganancias está en un segundo plano.
¿A quién creerle cuál es el eje del paro?
Pero no se entiende por qué el gobierno no atiende a esa porción de la sociedad trabajadora, que implica un millón de personas, que no son capitalistas ni inversionistas sino trabajadores de buenos sueldos. ¿Es un pecado cobrar más de 15.000 pesos?
El impuesto
Maturano, Fernández y Juan Carlos Schmidt, de la coordinadora del transporte, fundamentaron la medida en la cuestión de ganancias. Varios de los gremios que se sumaron, como Bancarios y Camioneros, lo hicieron con ese argumento central.
¿Es equivocado reclamar ese cambio impositivo? Al cronista le parece que hay que elevar, actualizando el monto de la cuarta categoría, para que queden exentos los sueldos de, por ejemplo, 25.000 pesos para abajo. Y que deberían modificarse las escalas, poniendo más luz entre una categoría y otra, para que alguien alcanzado por el tributo no pase tan rápidamente de una a otra.
El gobierno cree que ya hizo lo suficiente cuando en agosto de 2013 subió ese monto mínimo a 15.000 pesos. Está en un error, porque las subas inflacionarias y las consiguientes actualizaciones salariales vía paritarias, en casi dos años, han desbordado esa marca. Y hoy pagan aproximadamente un millón de trabajadores, cerca de un 10 por ciento del universo de asalariados.
Eso está políticamente mal, además de estar equivocado llamar impuesto a las ganancias lo que grava el salario, que no es ganancia. Yasky propuso cambiarlo por un impuesto a los altos ingresos, que sería otra cosa, filosóficamente hablando (amén de que la CTA también insistió con elevar el mínimo y modificar las escalas).
Lamentablemente Kicillof no atiende razones. Dijo que el gobierno ya había hecho las modificaciones suficientes en 2013, cuando aumentó la cuarta categoría. Y que el impuesto es progresivo, incluso arriesgó que fue una creación del general Perón.
Su argumento y el del jefe de Gabinete, es que sólo lo paga el 10 por ciento y que es contradictorio que se haga un paro por un asunto que importa a una minoría.
Pero no se entiende por qué el gobierno no atiende a esa porción de la sociedad trabajadora, que implica un millón de personas, que no son capitalistas ni inversionistas sino trabajadores de buenos sueldos. ¿Es un pecado cobrar más de 15.000 pesos? Con ese criterio de que son pocos no se entendería porqué el gobierno anunció el 16/3 medidas para favorecer con reintegros a la franja de chacareros de entre 100 y 700 toneladas de granos, unas 46.000 personas. ¿Éstos sí importan y no el millón de asalariados?
El PEN también argumenta que por ese impuesto recauda 40.000 millones de pesos anuales, pero ¿cuánto reportaría al fisco cobrar a la renta financiera y el juego, y aumentar impuestos a bancos, petroleras y mineras?. Un alivio en aquél bien podría subsanarse con esos gravámenes.
Se argumenta que el paro es político. Chocolate por la noticia. Claro que lo es, que de por sí no debería descalificarlo. Sería más justo criticar que es una movida opositora, de sindicalistas que tributan a Macri y Massa. Algunos también son oficialistas, el gobierno les debe favores e incluso Daniel Scioli tiene a varios de interlocutores y aliados.
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